La imagen que tenemos de la ciudad de Shanghai es la de los rascacielos, edificios gigantescos y super modernos iluminados por la noche con cientos de neones de fluorescentes colores.
Esa zona (Pudong), a orillas del río Huangpu, se ha ido desarrollando sobre todo a partir de 1990, aunque fue a finales del siglo XIX cuando, por su situación estratégica, fue dominada por los occidentales (ingleses, franceses y estadounidenses) que ganaron la guerra del opio a los chinos y se establecieron allí.
Construyeron en la zona del Bund (avenida de unos 2 kms de largo, situada enfrente del Pudong) una serie de edificios de diferentes estilos (barrocos, años 20, románico, renacentista...) que le dan un aire muy especial. Es la zona de los bancos y empresas, también conocida como el "Wall Street de Oriente". Incluso cuenta con una escultura de un toro, plateada, como la que tienen en Wall Street de Nueva York.
La avenida del Bund es una de las más transitadas de la ciudad y desde allí se pueden sacar las mejores fotos del Skyline del Pudong, ya sea de noche o de día.
Hacia la mitad de esa avenida nos encontramos con un antiguo faro que actualmente se ha convertido en restaurante y bar de copas, con una terraza en lo alto. Muy recomendable.
Cruzando hacia la zona del Pudong, y una vez acostumbrados a lo imponente de sus rascacielos, no podemos dejar de visitar la torre de la Perla o de la Televisión; se trata de ese edificio característico, con una especia de bola en lo alto, que vemos en cualquier estampa, imán o souvenir sobre Shanghai. Cerca de allí encontramos todo tipo de hoteles y tiendas de lujo y uno de los centros comerciales más visitados por turistas y ciudadanos locales.
Es realmente la parte más moderna de la ciudad, así como la Plaza del Pueblo (People´s Square) o la calle comercial principal ( tipo la calle Preciados de Madrid) conocida como Nanjing Road. Eso sí, llena también de chinos que te agobian, acosan y no paran de molestarte intentando que compres alguna de sus falsificaciones (Rolex, Louis Vuitton, Chanel...uf, armaros de paciencia con ellos, porque, os lo aseguro, nunca se acaban)
jueves, 22 de noviembre de 2012
jueves, 15 de noviembre de 2012
DE BEIJING A SHANGHAI
La mejor manera de conocer un país y su gente es mezclarse todo lo que puedas con ellos.
Para viajar de Pekín a Shanghai lo más fácil habría sido coger un avión para desplazarnos entre las dos ciudades, como hacen el resto de los turistas. En nuestro caso, quisimos hacer este trayecto en tren y con esta decisión comenzamos otra de nuestras "aventuras chinas".
Nuestro deseo era sacar los billetes de tren en España, pero fue del todo imposible. Solo pudimos hacerlo cuando ya estábamos en Pekín, y acudiendo personalmente a la estación de tren. El empleado que allí nos atendió por supuesto no entendía ni hablaba más que chino y tuvimos que recurrir, como otras tantas veces en este viaje, al universal lenguaje de los signos. Pagamos aproximadamente unos 65€ por persona y trayecto y nos entregaron unos billetes de tren en los que toda la información aparecía en chino. Eso te pone los pelos de punta y no consigues volver a dormir bien hasta que no compruebas, el mismo día del viaje, que el papelito que tienes entre tus manos,escrito en descifrable chino, coincide con tu destino.
Es importante llevar dinero en efectivo porque, en algunas estaciones de tren, no aceptan las tarjetas de crédito.
El día de la salida nos dirigimos hacia la estación y allí, afortunadamente, los paneles de información, con los horarios y números de trenes, también se podían leer en inglés, pero estos dos datos son los únicos que sobre tu viaje aparecen en dichos paneles, así que debes estar muy atento para no meterte en el tren equivocado.
La West Railway Station es gigantesca y, como siempre en este viaje, lo que ves por todos lados son chinos y chinos y más chinos.
Nos subimos en una especie de "AVE", parecido al "tren bala japonés", que realiza el trayecto (unos 1.400 kms) en unas 5 horas. Alrededor nuestro no había un solo occidental y tampoco en el bar-cafetería del tren, (atendido, eso sí, por unas simpáticas azafatas), donde no pudimos encontrar nada que se pareciese a nuestro tipo de comida.
Al llegar al destino, comienza la pelea de los taxistas "no oficiales" por ofrecerte el traslado a tu hotel; después de estar un rato regateando, nos subimos en una "van" maravillosa, con aire acondicionado, perfumada y sín rastro alguno de anti higiénico termo de hierbas, que nos dejó... ¡en el hotel equivocado!
Para viajar de Pekín a Shanghai lo más fácil habría sido coger un avión para desplazarnos entre las dos ciudades, como hacen el resto de los turistas. En nuestro caso, quisimos hacer este trayecto en tren y con esta decisión comenzamos otra de nuestras "aventuras chinas".
Nuestro deseo era sacar los billetes de tren en España, pero fue del todo imposible. Solo pudimos hacerlo cuando ya estábamos en Pekín, y acudiendo personalmente a la estación de tren. El empleado que allí nos atendió por supuesto no entendía ni hablaba más que chino y tuvimos que recurrir, como otras tantas veces en este viaje, al universal lenguaje de los signos. Pagamos aproximadamente unos 65€ por persona y trayecto y nos entregaron unos billetes de tren en los que toda la información aparecía en chino. Eso te pone los pelos de punta y no consigues volver a dormir bien hasta que no compruebas, el mismo día del viaje, que el papelito que tienes entre tus manos,escrito en descifrable chino, coincide con tu destino.
Es importante llevar dinero en efectivo porque, en algunas estaciones de tren, no aceptan las tarjetas de crédito.
El día de la salida nos dirigimos hacia la estación y allí, afortunadamente, los paneles de información, con los horarios y números de trenes, también se podían leer en inglés, pero estos dos datos son los únicos que sobre tu viaje aparecen en dichos paneles, así que debes estar muy atento para no meterte en el tren equivocado.
La West Railway Station es gigantesca y, como siempre en este viaje, lo que ves por todos lados son chinos y chinos y más chinos.
Nos subimos en una especie de "AVE", parecido al "tren bala japonés", que realiza el trayecto (unos 1.400 kms) en unas 5 horas. Alrededor nuestro no había un solo occidental y tampoco en el bar-cafetería del tren, (atendido, eso sí, por unas simpáticas azafatas), donde no pudimos encontrar nada que se pareciese a nuestro tipo de comida.
Al llegar al destino, comienza la pelea de los taxistas "no oficiales" por ofrecerte el traslado a tu hotel; después de estar un rato regateando, nos subimos en una "van" maravillosa, con aire acondicionado, perfumada y sín rastro alguno de anti higiénico termo de hierbas, que nos dejó... ¡en el hotel equivocado!
domingo, 11 de noviembre de 2012
¿HIGIENE DISTINTA O DISTINTA CULTURA?
Porque claro, lo más fácil sería pensar que para ellos la palabra "higiene" no tiene cabida, ya no en su indescifrable alfabeto de negra tinta, si no tampoco en sus costumbres diarias. Pero una, que a estas alturas ya se considera una persona "muy viajada", ha aprendido que lo primero que hay que hacer al moverse por el mundo, es olvidarse del suyo propio, y visitar cada país pensando que nada de lo que se va a encontrar tiene que ver con lo que ha dejado a unos cuantos miles de kilómetros atrás, y que precisamente por eso ha emprendido el viaje, no para encontrarse precisamente en cada esquina con un "Corte Inglés" o un "Mercadona" (aunque todo se andará, ya veréis)
Pero de repente llegas a Beijing y te llama la atención que todos los chinos (vayan a "currar a la obra", o de exquisito traje "Oxford" a trabajar en su ejecutiva planta 18, o simplemente paseando por la calle...) todos ellos llevan en su mano un termo o bote transparente en el que puedes ver claramente un fondo de trocitos machacados de hojas que en su momento debieron ser de color verde y sobre ellas un liquido turbio, que me advirtieron que solamente se trataba de agua... es decir, un té verde como en cualquier parte del mundo, que ellos beben sin descanso a todas horas y que les hace tener que "esputar" continuamente con ruidos asquerosos, que no dejas de escuchar ni por un segundo, desde el momento en que aterrizas, hasta el instante en que despega tu avión del país del termo de las hojas verdes.
Van escupiendo impunemente por la calle; a tu lado, delante de tus pasos, por detrás de tu oreja, también los taxistas abren las puertas para hacerlo!! o bajan las ventanillas... y este asqueroso gesto es repetido una y mil veces, durante todo el día, a todas horas.
Hacedme caso, en China, es mejor no recoger cualquier cosa que se os haya caído al suelo... ni aunque se trate de un billete de 100 yuanes.
Otra rareza es el desprecio absoluto hacia los pañales. Sí, esas piezas tan útiles que nuestros bebés utilizan en sus primeros meses y primer año de vida y que tan prácticas e higiénicas nos parecen a todos. Pues allí no... vete tú a saber por qué. Yo, desde luego, no he conseguido entender ese exceso de libertad hacia esa parte de la anatomía de los niños, pero alguna explicación tendrá, supongo.
En su lugar, los chinos han decidido que es mucho más práctico recortar los pantalones de lo niñitos por la parte de abajo y, de esta forma ( siempre abierto, sin botones ni nada parecido) llevan "todo al aire" y solo hay que ponerlos en cuclillas sobre la acera ( pero donde sea, vamos, por donde les pille). Ellos se paran, agachan al bebé y...allí que dejan "su rastro"
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