jueves, 15 de noviembre de 2012

DE BEIJING A SHANGHAI

La mejor manera de conocer un país y su gente es mezclarse todo lo que puedas con ellos.

Para viajar de Pekín a Shanghai lo más fácil habría sido coger un avión para desplazarnos entre las dos ciudades, como hacen el resto de los turistas. En nuestro caso, quisimos hacer este trayecto en tren y con esta decisión comenzamos otra de nuestras "aventuras chinas".
Nuestro deseo era sacar los billetes de tren en España, pero fue del todo imposible. Solo pudimos hacerlo cuando ya estábamos en Pekín, y acudiendo personalmente a la estación de tren. El empleado que allí nos atendió por supuesto no entendía ni hablaba más que chino y tuvimos que recurrir, como otras tantas veces en este viaje, al universal lenguaje de los signos. Pagamos aproximadamente unos 65€ por persona y trayecto y nos entregaron unos billetes de tren en los que toda la información aparecía en chino. Eso te pone los pelos de punta y no consigues volver a dormir bien hasta que no compruebas, el mismo día del viaje, que el papelito que tienes entre tus manos,escrito en descifrable chino, coincide con tu destino.

Es importante llevar dinero en efectivo porque, en algunas estaciones de tren, no aceptan las tarjetas de crédito.
El día de la salida nos dirigimos hacia la estación y allí, afortunadamente, los paneles de información, con los horarios y números de trenes, también se podían leer en inglés, pero estos dos datos son los únicos que sobre tu viaje aparecen en dichos paneles, así que debes estar muy atento para no meterte en el tren equivocado.

La West Railway Station es gigantesca y, como siempre en este viaje, lo que ves por todos lados son chinos y chinos y más chinos.
Nos subimos en una especie de "AVE", parecido al "tren bala japonés", que realiza el trayecto (unos 1.400 kms) en unas 5 horas. Alrededor nuestro no había un solo occidental y tampoco en el bar-cafetería del tren, (atendido, eso sí, por unas simpáticas azafatas), donde no pudimos encontrar nada que se pareciese a nuestro tipo de comida.

Al llegar al destino, comienza la pelea de los taxistas "no oficiales" por ofrecerte el traslado a tu hotel; después de estar un rato regateando, nos subimos en una "van" maravillosa, con aire acondicionado, perfumada y sín rastro alguno de anti higiénico termo de hierbas, que nos dejó... ¡en el hotel equivocado!


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